Vassalli, una crisis que desborda a Firmat
La situación en Vassalli no es simplemente un conflicto laboral: es un síntoma de algo más profundo. La emblemática fábrica de cosechadoras, orgullo de la industria nacional durante décadas, se encuentra hoy paralizada, con salarios atrasados, despidos y cortes de ruta que mantienen en vilo a toda la comunidad de Firmat.
Lo que comenzó como un reclamo por sueldos impagos terminó escalando a una crisis social y política que desnuda la fragilidad de nuestro entramado productivo. La decisión empresarial de despedir delegados gremiales no solo endureció la confrontación, sino que también dejó expuesta la falta de canales de diálogo efectivos.
Los testimonios de los trabajadores, como el de Humberto Soto, que después de 22 años quedó en la calle, son un retrato doloroso de lo que significa perder mucho más que un salario: se pierde pertenencia, identidad y el sustento de familias enteras. Y en Firmat, donde Vassalli es columna vertebral junto con Nestlé, la amenaza no golpea solo a los operarios, sino a toda una red de pymes y comercios que orbitan alrededor de la planta.
En este contexto, la política aparece tarde y mal. El intendente, el gobernador y hasta legisladores nacionales se ven arrastrados a un conflicto que ya excede la discusión gremial-empresaria. La UOM responde con marchas y denuncias, mientras desde sectores opositores se acusa a los sindicatos de “extorsión”. En el medio, lo esencial se diluye: cientos de familias siguen sin cobrar y con la incertidumbre como única certeza.
La postal diaria sobre la Ruta 33 —obreros reclamando, banderas flameando y autos demorados— simboliza un país que parece acostumbrarse a convivir con la protesta como único mecanismo de visibilización. Pero lo verdaderamente dramático es que, mientras tanto, la fábrica sigue cerrada y el tiempo juega en contra: cada día que pasa sin producción es un golpe directo a la economía local y a la confianza en la industria nacional.
Vassalli no es solo una empresa: es un símbolo. Su crisis es un espejo de la vulnerabilidad estructural de la industria argentina, donde la falta de inversión, la inestabilidad económica y las disputas gremiales suelen repetirse como un ciclo eterno. El desenlace todavía es incierto, pero lo que ya está claro es que si la planta baja definitivamente la persiana, Firmat quedará herida de muerte.
Más que un conflicto sindical, lo de Vassalli es una advertencia: cuando una fábrica símbolo cae, no solo pierden los trabajadores, pierde toda una comunidad y, en definitiva, pierde el país.
