El campo pierde la paciencia: crece el malestar ante las promesas incumplidas de eliminar las retenciones
En plena Exposición Rural de Palermo, el ministro de Economía, Luis Caputo, encendió una nueva chispa en la ya tensa relación entre el Gobierno nacional y el sector agropecuario. A través de un mensaje publicado en la red social X (ex Twitter), Caputo calificó como una “obsesión” del Ejecutivo la eliminación de los derechos de exportación —más conocidos como retenciones— y pidió al campo “confianza y paciencia”. Sin embargo, del otro lado, la respuesta fue tajante: “La paciencia no paga las cuentas”.
La declaración no cayó bien entre los productores, quienes atraviesan una campaña marcada por márgenes negativos y una presión fiscal que sigue siendo asfixiante. Si bien el ministro destacó algunas medidas —como la eliminación del impuesto PAIS para ciertos insumos importados, la baja de aranceles a la maquinaria agrícola y la reducción de retenciones a economías regionales—, estas decisiones son consideradas insuficientes frente al reclamo de fondo: el fin del impuesto que más impacto tiene sobre la rentabilidad del sector.
Un mensaje incómodo en medio de la Rural
Las palabras de Caputo llegaron en el marco de uno de los eventos más simbólicos del calendario rural: la Exposición de Palermo. Allí, el malestar se palpó en cada rincón. A los productores no les pasó desapercibido otro fragmento del mensaje del funcionario, donde proyectó que en seis años las exportaciones de sectores como la energía y la minería duplicarán a las del agro. La frase fue interpretada como un claro cambio de prioridades: el campo ya no estaría en el centro de la estrategia exportadora del Gobierno.
Lejos de apaciguar los ánimos, la comparación despertó nuevas críticas. Para muchos dirigentes rurales, no solo se trata de una visión economicista que ignora la estructura territorial y social del agro, sino también de una falta de reconocimiento al rol clave que el sector sigue teniendo como generador de divisas y empleo en el interior del país.
Las cuentas no cierran: márgenes negativos, presión fiscal y desconfianza
Uno de los argumentos centrales que esgrimen los productores es que, con los actuales niveles de retenciones y costos de producción, la actividad agrícola resulta inviable, sobre todo en campos alquilados. Un informe de la Fundación Producir Conservando estimó que si se eliminaran los derechos de exportación, el agro podría alcanzar los US$60.000 millones en exportaciones hacia 2030. Incluso en un contexto internacional adverso, el complejo agroexportador generó en lo que va de 2024 un 27% más de divisas que en 2023, alcanzando los US$25.090 millones.
Pero los números internos preocupan. Según cálculos del productor y exsecretario de Agricultura, Néstor Roulet, el margen bruto de la soja en campo alquilado en la zona núcleo es de -US$90,6 por hectárea para la campaña 2025/2026. En ese mismo escenario, el Estado recauda —en promedio— US$467,4 por hectárea. A escala nacional, esto representa una pérdida total de US$1.141 millones para los productores arrendatarios, frente a una recaudación estatal estimada en más de US$10.800 millones, sin asumir ningún riesgo productivo.
En este marco, las medidas parciales pierden peso frente a una realidad cruda: el productor pierde plata mientras el Estado sigue cobrando.
Promesas que no alcanzan: el campo pide certezas
La semana pasada, el presidente Javier Milei recibió en Palermo a la Mesa de Enlace. Según trascendió, se comprometió a avanzar con la eliminación de las retenciones antes del final de su mandato. Aunque la promesa fue bien recibida en lo discursivo, los dirigentes rurales exigieron señales claras y urgentes. En un contexto económico frágil, con incertidumbre climática y precios internacionales que no acompañan, el campo necesita más que promesas: necesita rentabilidad.
“La paciencia tiene un límite”, repiten con insistencia los productores. Es una frase que no apunta únicamente a la falta de resultados, sino también a la pérdida de confianza. Tras años de promesas incumplidas por parte de distintas administraciones, el escepticismo se ha vuelto una reacción casi automática.
Luis Caputo puede tener razón en que el agro “va a crecer mucho” si se le dan las condiciones. Pero por ahora, la espera cuesta caro. Y si no hay cambios de fondo en el corto plazo, la tan mentada “obsesión” por eliminar las retenciones corre el riesgo de convertirse en otra promesa archivada en la larga historia de desencuentros entre el campo y el poder político.
